La Fuente de la Gracia, del entorno de Jan van Eyck, en el Prado

Después del descubrimiento del enésimo Tiziano, o el enésimo Ribera, uno de los retos pendientes del Museo del Prado es el de dedicar todos sus recursos técnicos, que no son pocos, al estudio en profundidad de otras obras no menos importantes, como el hermoso Retrato Femenino de Andrea de Sarto, para averiguar si debajo de ese fondo oscuro hay otro precioso paisaje como el de la Gioconda del taller de Leonardo encontrado recientemente; o como el Tríptico de la Adoración de los Magos de Memling, para ver si debajo del reverso de las tablas laterales, bajo esas deterioradas pinturas del siglo XVI se hallan ocultos un San Juan y una Verónica, como en el tríptico del mismo tema y formato reducido conservado en Hospital de San Juan, en Brujas...

O como la gran tabla titulada La Fuente de la Gracia, del entorno de Jan van Eyck (¿o de un joven Van Eyck mismo?), porque constituye el punto de arranque de la estupenda colección de primitivos flamencos del Prado, a pesar de hallarse relegada a un espacio un tanto secundario dentro de la, por otra parte confusa, exhibición de dicha colección.

No recuerdo que nadie haya relacionado nunca esta pintura del Prado, con la tabla de Las Tres Marías ante la tumba de Cristo resucitado, conservada en el Museo Boijmans van Beuningen de Rotterdan, restaurada recientemente y centro de una exposición dedicada a Jan van Eyck y su entorno: http://www.boijmans.nl/en/7/calendar-exhibitions/calendaritem/883/the-road-to-van-eyck, pero cuando las contemplamos por separado hay algo en cada una de ellas que hace que el subconsciente nos guíe de inmediato a la otra.

En el Museo Boijmans y tras los oportunos estudios dendrológicos, han fechado la madera de la tabla como preparada para ser pintada a partir de 1419, y lanzan la apuesta de que se trata de una obra conjunta de los hermanos Van Eyck. Desconocemos si se han llevado a cabo estudios similares respecto de la tabla del Prado, y por supuesto que no hay que lanzarse a efectuar atribuciones que la mayor parte de las veces se hacen más con el corazón que con los dictados de la ciencia, pero hay razones suficientes para pensar que el hecho de que la tabla del Prado solo se documente a mediados del siglo XV, cuando el rey Enrique IV de Castilla la donó al monasterio del Parral de Segovia, no tiene por qué significar necesariamente que se pintó poco antes de esas fechas.

En el catálogo online del Museo del Prado se señala como fecha de realización el año 1430, bien entendido que es un dato simplemente orientativo, y al mismo tiempo se la atribuye a la Escuela de Van Eyck, lo cual parce un contrasentido, porque no se parece en nada a lo poco que ha quedado de los distintos pintores contemporáneos de Van Eyck, algunos de los cuales sí estuvieron trabajando en su taller, y por otra parte la calidad de la obra es tal que solo pudo haberse llevado por un pintor muy destacable.

Esto unido al hecho de que la composición se presente en un solo plano, a pesar de figurar tres registros superpuestos, carentes de profundidad, sin perspectiva, pero con gran calidad pictórica, hace pensar que sea quien sea el autor o autores, la obra ha de situarse con bastante antelación a la finalización en 1431 del retablo del Cordero Místico, de Gante, trabajo realizado por Jan van Eyck por haberlo dejado inacabado su hermano Hubert van Eyck, otro gran desconocido y fallecido unos cinco años antes, momento a partir del cual Jan adquiere una gran fama y, curiosamente, toda la producción conocida actualmente ha sido datada por la crítica a partir de esa fecha, es decir, durante la última década de su vida.

Sin embargo Jan van Eyck ya era un pintor famoso, y sin duda alguna un renovador de la pintura flamenca de comienzos del siglo XV, que se libraba de los encorsetamientos del gótico internacional y se hacía más libre. ¿Pero dónde están esos ejemplos de libertad compositiva anteriores al Cordero Místico de Gante, que le llevaron a convertirse en pintor oficial de la corte de los condes de Holanda ya en 1424, y desde 1425 en pintor de la corte del duque de Borgoña Felipe el Bueno?.

La llegada de la tabla a Castilla, por compra o como regalo para el rey Juan II, padre del anterior donante al monasterio del Parral, no tendría por qué extrañar, puesto que las relaciones entre Castilla y Flandes, por razones políticas y sobre todo comerciales eran lo bastante estrechas como para que el monarca castellano, como sus directos descendientes, desease o gustase del nuevo arte flamenco, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones; no en vano sigue aún Castilla llena de tapices, esculturas, pinturas, piezas de valiosa orfebrería y libros realizados en Flandes durante los siglos XV a XVII, a pesar de las numerosas pérdidas habidas con el paso de los siglos.

Las tablas del Museo Boijmans y del Museo del Prado deberían corresponder precisamente a ese período de tiempo que va desde el alcance de la fama hasta la consagración como el primer pintor de Flandes, de decir a la década de 1420 a 1430 y, seguramente en ambos casos, la mano o la inspiración directa de Jan van Eyck se halla detrás de su composición, aunque han de ser los expertos quienes determinen todas estas circunstancias.




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